Tu mano hacia arriba, abrochándome, abrigados
hasta el cuello.
Yo con la capucha, tú con esa blusa, que
prende hasta en el hielo.
Las manos en mi bolsillo, apretándome,
como si te fuera la vida en ello,
no temas, ahora no puedo alejarme, no
hasta que pase el Invierno.
Salimos a la calle, y todo blanco, pero
no huele a boda,
arroces como copos, amores rotos como
tantos otros.
Parejas pasean, tristes, pero con ayuda
del frío disimulan,
llega la Navidad, la familia, toca
mantenerla unida.
Las dudas son lumbre en chimeneas, “ya
pasaremos esto”,
no hay verdad, no hay amor, no hay
dinero, ni siquiera tiempo.
Excusas del cobarde a mitad de Diciembre
y con amante,
para mis navidades yo quiero verdad,
risas y amor, como lo que había antes.
Nosotros somos distintos, diferentes,
pisamos con rabia los charcos para
mojarnos,
nos pegamos palmadas para calentarnos las
manos,
sin hacernos daño, empujando y tirándonos contra la nieve en todos los coches.
Nunca fuimos ángeles, más bien nos llama
el Infierno,
ángeles los que hicimos como niños tirados
en el suelo.
Desatando la locura, atando bien los sueños,
yo este año te regalo mi cielo, tu regálame
tu miedo.
Volver a casa, noche mágica para chica de
diseño,
el frío no traspasa, tras pasar la puerta
a gusto entre peli, cena y brasas.
El síndrome de Enero, inerte, se ha
quedado pequeño,
es lo que tiene estar con alguien
gigante, gigante en valores, amor y sueños.
AAG
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