Ella me dijo que solamente ella merecía
mi sonrisa, que no iba a dejar que fuera de cualquiera.
Tu llegaste mucho antes que el otoño,
pero yo no quería verte..
Mi cuerpo había sufrido lo insufrible, lo
había vendido al demonio, no tenía vida, caminaba sin rumbo como un ser inerte.
Tus manos intentaban cogerme, pero el pozo era muy profundo y podías caerte,
decías: ten Fe, coge mi mano, no me
importa caerme. Te arriesgabas, dejabas tu vida a merced la muerte, pero no te
importaba, me chillabas “Adrián por favor déjame quererte”. Yo no respondía, en
mi mente no había otra salida que perderse, creía que mi vida ya no podría
tener mejor suerte. Y tu chillabas y me repetías “por favor déjame quererte”,
coge mi mano, venga vente, 21 más 19 son 40, 40 años sobran para hacernos
fuertes.
Al final escuché la voz de mi mejor amigo
sonando dentro, me decía, despierta, escucha a quien ha venido verte. En ese
momentos abrí los ojos y agarré su mano, la miré a la cara y era ella, quien
siempre venía a verme. Su mano estaba fría, su garganta helada, pero seguía
tirando de mí para sacarme de aquel sitio donde nada era nada, donde la
angustia ahogaba y con ella el grito, pero ella seguía tirando de mí, me quería
ver distinto. Huye de aquí la dije, pero ella insistía, déjame que esta vez
luche por ti, déjame hacerte ver que tú no eres el único que por amor se moría.
Ya en casa, escuchaba el tac tac en mi ventana, incapaz de levantarme de la cama, ni movía la cara de la almohada, sabía que estabas allí, protegerme, hacerme ver que tu lucha no tenía fin.
Ya en casa, escuchaba el tac tac en mi ventana, incapaz de levantarme de la cama, ni movía la cara de la almohada, sabía que estabas allí, protegerme, hacerme ver que tu lucha no tenía fin.
Así pasaron los días, las semanas,
hablando hasta las tantas, pero yo
quería seguir estando solo, guardarme para mí mi fin de semana. Algún día, me
venías a buscar a la salida, cogías el bus sólo para poder sentarte un ratito
al lado mía, y solo te abrazaba cuando tocaba una buena despedida. Y tu
seguías, misma melodía, cada intento tuyo por alegrarme el día, y yo en lo
mismo, en la mía, tardaba en contestarte porque no quería hacerte daño, no
sabía que decirle a la persona que pintaba mis días.
Pero..
Querías tanto mi sonrisa, que creaste mi
sonrisa, el tiempo te dio la razón y tu voz era la única melodía. Cuando el bus
cogía, cuando escuchaba cualquier canción por la Gran vía, algo me decía, Adrí,
echas de menos a tu compañía.
Por acercarte, diste con la solución
entre tanto desastre, sólo necesitaba algo en que creer, alguien en quien creer cuando lo demás se iba
al traste, cuando me faltaba aquello que
mis amigos o mi familia no podían darme. Y nunca dejarme, porque soy un fuerte
guerrero pero a veces lloro porque no puedo con todo y me siento un lastre,
pero si tú sujetas mi mano tengo libre la otra para mi corazón entregarte.
Nadie sabe que pasó, que pudo pasar o que
puede pasar en adelante, pero me siento fuerte para volver a creer en alguien,
y más si me dice,” pisaba tus huellas en el barro, porque quería seguir tu
camino.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario