domingo, 1 de septiembre de 2013

Todas las mañanas. Diego Álvarez

Todas las mañanas vengo de no hacerte el amor, de necesitarte toda la noche, de desayunar ingentes cantidades de desesperación. Vengo de ducharme con la impotencia, de lavarme los dientes con el desacierto, de afeitarme sin tu triste sonrisa en el espejo. Vengo, todas las mañanas, de recordar tu voz como quien se empeña en recordar un sueño, vestido con las mismas frustraciones de siempre, con las mismas esperas de siempre, con los mismos poemas de siempre; esos, esos poemas que nunca llego a escribir. Todas las mañanas, te digo, vengo a medias. Con la cabeza perdida entre dos mundos: uno sin ti, el otro sintigo. Peinado con el mismo sudor frío, calzado con las mismas historias. Vengo lleno de relojes, de taxis, de calendarios, de llamadas que no llegan, cartas que no llegan, trenes que no llegan. Vengo, todas las mañanas, cansado de no hacerte el amor toda la noche. De necesitarte sin descanso. De utilizar mi insomnio para imaginarte durmiendo a mi lado: sin fuerza, sin preocupaciones, sin gesto. Vengo agotado de no tenerte, de morirme todo el tiempo por tu culpa. Y aun así, ya lo ves, lo primero que hago es darte los buenos días.




   Sí, es Septiembre y aún quiero ser el primero que te de los buenos días.


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