miércoles, 11 de diciembre de 2013

VIATA MEA, INIMA MEA.

Él le sacaba a ella un par de años, había vivido amores y había tenido desengaños.
No se lo pensó ni una vez cuando se le cruzaron esos labios, ella nueva en el amor, dispuesta a estrenarlo.
Era un amor de los que ni se compra ni se vende
que no hace caso a la gente, que se protege.
Pasan juntos el presente almacenando recuerdos inertes
no necesitan suerte porque luchan por lo que creen y quieren,
son y serán arboles por siempre, árboles de hoja perenne.
Ellos no eran como los demás, de sólo quedar Sábados o Viernes
quedaban simplemente el día en el que sus corazones querían verse
ya fuera un día, una semana o eternamente
que ni orgullo ni pesadez sentían, era un amor tan fuerte..
Eran reales, no querían cambiarse mutuamente,
pasaban del "querer ser" al "quererse".
Él, con Don de gentes, Ella siempre sonreía enseñando los dientes.
No creían en la superstición, su día prefe Martes 13
aprovechaban cualquier finde para irse de vacaciones, ver mundo, todo cuanto les apetece.
La raíz fija en el suelo, el tallo verde, lo que les quedaba aún por cre-cer.

Así pasaron los años, mucho amor entre risas y daños, fiebres y paños, lloros y agravios.
Ellos conocían que para estar juntos tenían que escalar montañas, subir peldaños,
que todos sabemos ya que cuesta más con los años.
Él no dejaba que ella se apoyase en un bastón o en cualquier palo
"no te hará falta porque siempre tendrás mi brazo al lado".
¿Lo entendéis ya? Dulce y salado, calor y frío no, vivir mezclados, permanecer templados.
Siempre se pedían perdón cuando era necesario
¿A qué hasta ahora nadie por pedir perdón se ha hecho daño?.

Ella tenía miedo de depender tanto de su amado
pero cuando nada ni nadie le podía alegrar daba las gracias por ese regalo.
Le veía como su halo, ahí estaba siempre que le necesitaba, mañana tarde o noche
y él la abrazaba y la decía "eh, que estoy aquí a tu lado".
Y es que hay momentos para todo y personas sólo para unos pocos
Nadie es cualquiera, nadie puede animarte, hacerte sentir plena de la misma manera.
Todos pueden hacerte la guerra, pero a la hora de curarte desaparecen de la contienda.
A él le gustaba soñar porque soñaba con ella,
imaginaba que viajaba a la luna de la mano de su estrella.
Dio clases hasta que aprendió a bailar para compartir sus gustos, Doncel y Doncella.
Ella se hizo fan del Real, no sabía nada de fútbol pero aprendió sin más.
Curioso pero ella más forofa que él, al final, en compartir gustos estaba la variedad.
Sabían que ni una enfermedad terminal les podría separar,
eran uno parte del otro, si uno moría el otro moría, el amor y su finalidad.
La planta había madurado ya, ahora querían hijos, progresar..
pero este cuento acaba aquí, cuando lo haya vivido, escribiré lo demás..

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