martes, 16 de julio de 2013

Diego Álvarez.

Leyendo el libro de poemas de Diego Álvarez "Un día, tres otoños" :

En un lugar, en un verano.
Era verano también en tu país
y tu piel había cogido color
del calor insoportable, de la noche tardía,
el color del borde mordido
de tus pechos.
Bajo los pies, un enjambre de casas blancas,
una red de tragedias sin apuntalar
que campan orgullosas
por el surco oscuro de los años.

El sol golpeaba las cruces y el abandono,
el vibrar hostil y ciego de las campanas.
El sol, con sus sandalias rápidas y amarillas,
se acercaba cada tarde para negarnos
con placer siquiera el lujo de la palabra,
el beso lejos de los labios: en la mejilla
roja y caliente como hubo de gestarse el tacto.

Mientras nos dure el olvido, te digo,
durará la esperanza de que vuelvas
con el pelo brillante y la cabeza
entre dos cascadas, a las tantas
con la cara iluminada por la luz de un faro.

La esperanza, la tan inútil esperanza,
de que se levante en tu boca,
cuando amanece,
aquel gato dormido.

Y te olvidé
Me dijiste que te olvidara.
Fue una tarde, después del instituto,
me dijíste: Mejor olvídame
ahora que llega el verano.
Y te olvidé.

Éramos niños, por eso
al miedo no puedo llamarlo miedo
ni puedo asegurar que entonces
te quisiera con locura.

Sin embargo, me dijiste que te olvidara
y yo te olvidé.
Habías pensado que no lo haría, 
que hay cosas en este mundo
que uno no puede borrar.
¿Acaso no sabías que ni tú ni yo 
pertenecemos a este mundo?

Me dijiste que te olvidara.
Y pusiste los mismos ojos
que pones ahora
cuando me pides que te quiera.

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